¿Descansan bien?

18vo Domingo en Tiempo Ordinario

Hoy tenemos la única lectura de Eclesiastés en todo el leccionario para los Domingos y Días Santos. Eclesiastés representa el camino purgativo hacia Dios. Ese es el camino de dejar ir que todos tenemos que recorrer. Hace muchas preguntas, pero no da respuestas, excepto que todo es vanidad. ¿Y qué escuchamos? Oímos acerca de un hombre que ha trabajado con sabiduría, inteligencia y habilidad, pero está agobiado por dolores, penas y fatigas. Lo ha hecho bien, pero no puede descansar.

¿Descansan bien?

Unas pocas almas inocentes siempre pueden descansar bien, y pocas bendecidas con niños pequeños o cargadas de enfermedades pueden no descansar nunca. Suelo descansar bien. Cuando no descanso bien es porque estoy preocupado por algo. ¿Qué se preocupan?

Jesús cuenta una parábola hoy sobre un hombre rico. Dice que tuvo una muy buena cosecha y está pensando en construir graneros más grandes para mantenerla segura. En este siglo, podría estar despierto hasta tarde navegando por Internet para comprar los tractores mas grandes y una nueva camioneta. No hay nada malo con esas cosas, pero, ¿se dieran cuenta? Está acostado despierto por la noche, tratando de decidir qué va a hacer con su gran cosecha. Él no está descansando. Su mente está llena de planes y preocupaciones. 

El hombre rico se aferra a su riqueza, y es la preocupación de cómo mantenerla lo que lo mantiene despierto por la noche. Son las cosas que perseguimos y las cosas a las que nos aferramos las que nos roban el descanso.

No hay nada malo, y hay mucho que recomendar en trabajar con sabiduría, inteligencia y habilidad. No hay nada de malo en dejar la riqueza a nuestros hijos. No hay nada de malo en tener una buena cosecha y celebrar. No hay nada intrínsecamente malo con un nuevo tractor, una nueva camioneta y una nueva capa de pintura en la cocina.

Pero no podemos aferrarnos a esas cosas. No podemos sujetarlos con tanta fuerza que sea como si nos sujetaran a nosotros. Ninguna de esas cosas nos dará descanso. Nuestra vida no consiste en posesiones. Nuestra vida ni siquiera consiste en el legado que podamos dejar a nuestros hijos y nietos. Esas son cosas buenas. Algunas de esas cosas son incluso geniales y hermosas. Pero nuestro descanso… nuestra vida… está en el Cielo… nuestro descanso… nuestra vida… está en Cristo.

Jesús dice que son necios todos los que no acumulan tesoros en el cielo. ¿Cómo es que hacemos eso? ¿Cómo acumulamos tesoros en el cielo?

Vemos gran parte de la respuesta cuando observamos lo que el hombre rico de la parábola no hizo. No se preguntó cómo podría usar su cosecha para aliviar el sufrimiento de los pobres. Ni siquiera se preguntó cómo podría bendecir a su familia, a sus vecinos, a sus amigos oa los que necesitan trabajo. Solo se sentaba por la noche preocupado por cómo mantener su riqueza.

Acumulamos tesoros en el Cielo cuando usamos lo que tenemos para ayudar a nuestro prójimo. 

Esto es cierto para nosotros individualmente, y también para nosotros como Iglesia. ¿Cómo estamos usando el tiempo, el talento y el tesoro bajo nuestra propia mayordomía personal? ¿Cómo estamos utilizando el tiempo, el talento y el tesoro confiados a San José, Nuestra Señora de Guadalupe y la Diócesis de Lubbock? ¿Lo estamos usando para aliviar el sufrimiento y la pobreza?

Y no quiero decir que debamos vaciar las cuentas de la Iglesia – el mayor tesoro que tiene la Iglesia es el Evangelio de Jesucristo. ¿Estamos derramando ese tesoro sobre aquellos que están espiritualmente destituidos? Como comunidad de fe, una familia de fe, estamos llamados a acumular tesoros en el cielo invirtiendo tanto nuestros tesoros naturales como espirituales al servicio de nuestro prójimo.

San Agustín dijo: “Tú nos has hecho para ti, oh Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

Nunca descansaremos bien hasta que lleguemos a reconocer que las cosas de este mundo no son importantes, e incluso distracciones. Como dice en Eclesiastés – son vanidades. Nunca descansaremos bien hasta que nos liberemos de esas cosas y permitamos que nuestro corazón y nuestra mente sean transformados para ser como los de Cristo para que podamos estar perfectamente unidos con él.

Dios nos está llamando a dos cosas hoy. Primero, déjate llevar. Suelta las cosas de este mundo y deja de preocuparte por esas cosas. Esto es difícil. La vía purgativa es sucia y dolorosa. Pero vale la pena.

Habiendo soltado, estamos llamados a aferrarnos a Dios, quien es el dador de todo lo bueno, y usar los dones naturales y espirituales que hemos recibido para acumular tesoros en el cielo. 

Si hacemos estas cosas, tendremos descanso.

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