Dios está con nosotros

IV Domingo de Adviento – Leccionario: 10

El profeta dice: “le pondrán el nombre de Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros.” El ángel dice a San José “le pondrás el nombre de Jesús”, o Yehoshua, que significa “Dios es salvación”, o “Dios salva”.

¿Por que dice el ángel a San José que nombre al niño Jesús, si la profecía es que lo llamarán Emmanuel?

Es porque, como escribe Tertuliano, son iguales en sentido, incluso si son diferentes en sonido. Tener a Dios con nosotros es lo mismo que tener a nuestro salvador con nosotros, porque solo Dios puede ser nuestro salvador. No importa si decimos que su nombre es “Dios está con nosotros” o “Dios salva” o “Dios es salvación”, son lo mismo.

El Evangelio de Mateo comienza aquí diciéndonos que nuestra salvación es que “Dios está con nosotros”. Su Evangelio termina de la misma manera. Allí, en la montaña, después de la resurrección, Jesús les dice a sus discípulos: “estaré con ustedes siempre.” Cuando todo está dicho y hecho, desde el principio hasta el final, este es el Evangelio. Dios está con nosotros. Ahora y Siempre. Esto es tanto alegría como un desafío.

Dios no se queda lejos, más profundo que el inframundo o más alto que el ciel
– Dios está con nosotros.

Cuando la situación es tan imposible como una virgen que tiene un hijo
– Dios está con nosotros.

Cuando nosotros, como María, enfrentamos juicio y condenación
– Dios está con nosotros.

Cuando enfrentamos una decisión muy difícil, como José
– Dios está con nosotros.

Cuando tomamos la decisión equivocada por las razones correctas, como cuando José decidió divorciarse de María
– Dios está con nosotros.

Cuando tenemos miedo, como José
– Dios está con nosotros.

Cuando nosotros, como José, recibimos un mandato del Señor
– Dios está con nosotros.

Cuando necesitamos ser salvados de nuestros pecados
– Dios está con nosotros.

Esta buena noticia del evangelio es también una responsabilidad. Donde quiera que vayamos, y hagamos lo que hagamos
– Dios está con nosotros.

Traemos al niño Cristo con nosotros a todas partes.

Cuando salimos por la puerta después de la misa
– Dios está con nosotros.

Cuando hablamos con familiares, amigos o incluso con nuestros enemigos
– Dios está con nosotros.

Cuando vamos al trabajo o a la escuela
– Dios está con nosotros.

Cuando consumimos libros, películas y otros entretenimientos
– Dios está con nosotros.

Cuando navegamos por internet
– Dios está con nosotros.

Cuando ignoramos a alguien que necesita nuestra ayuda
– Dios está con nosotros.

Cuando cotilleamos o nos quejamos
– Dios está con nosotros.

Cuando estamos solos con nuestros pensamientos
– Dios está con nosotros.

En cierto sentido, es como si llevamos al niño Jesús con nosotros a donde quiera que vayamos. Pensarlo de esta manera puede ayudarnos a tomar mejores decisiones. Puede ayudarnos a evitar el mal y elegir el bien.

Pero es aún más. El niño Cristo no solo está con nosotros como un bebé que llevamos. Cuando somos bautizados, estamos unidos con Cristo. Cristo, por lo tanto, está con nosotros como alguien que somos

¿Te diste cuenta de que el evangelio dice que José y María están desposados, pero también dice “José su esposo…” y “no tengas miedo de llevar a María tu esposa…” y nuevamente que José “llevó a su esposa a su casa … “?

En esa epoca, una pareja prometida se consideraba hombre y esposa para todos los propósitos legales y religiosos, excepto la convivencia. Están casados. Son uno. No en la carne, sino en cualquier otro sentido.

Somos la iglesia. La Iglesia es la prometida de Cristo. Estamos comprometidos con Cristo el Señor. Como prometido, nuestro matrimonio no está totalmente consumado. Esperamos la fiesta de bodas del Cordero, cuando estaremos perfectamente unidos con Cristo. Pero, como la prometida de Cristo, ya estamos unidos. Como San José & la Virgen, estamos unidos.

A donde vamos, Cristo va. Lo que la gente nos ve hacer, ellos ven a Cristo hacer. Lo que la gente nos escucha decir, oyen a Cristo decir. 

Por lo tanto, estamos llamados a ser santos y formar un pueblo santo. Esto parece imposible. Parece tan imposible como una virgen que da a luz a un hijo. 

Pero nada es imposible con Dios, y Dios, nuestro Salvador, está con nosotros. Siempre.

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